lunes, 21 de diciembre de 2015

Despedida de un voluntario a Bielorussia...


Nuestro voluntario europeo en Bielorrusia, Jorge, termina su experiencia de un año… aquí su emocionante carta… Gracias Jorge! Un voluntario como pocos...

Minsk, 30 de octubre de 2015
Es final de octubre, o más bien debería decir: “¿¡Ya es final de octubre!?” Eso significa, aparte de que empieza a hacer mucho frío y ya hay más hojas en el suelo que en los árboles, que la pregunta más común de la gente es: “¿cuándo te vas?” (quiero suponer que lo hacen por interés en mis planes, no porque estén deseando que me vaya). Mi sorpresa al percibir que ya estamos cercanos al mes de noviembre, en pleno otoño, es la de comprobar que mi proyecto, y con él mi estancia en Minsk, se acaba. Realmente es un poco difícil aceptarlo y en mi caso esto viene motivado por dos razones. La primera es que se vaya a terminar otra estancia en el extranjero y un proyecto por el que estuve luchando, con algún que otro altibajo, durante más de tres años. La segunda viene del hecho de que cuando llegas a otro país para empezar una etapa de un año parece, o por lo menos en mi caso, que no terminará nunca, que hay tiempo de sobra, meses, días,... ¿cómo no puede haber tiempo durante todos esos días de hacer todo lo que quiero, de materializar todos los deseos y espectativas que había acumulado durante tantos años? Al final si, siempre, el tiempo se termina y la realidad te atrapa, y en muchos casos, tendemos a mirar atrás y ver todas esas cosas que han quedado sin hacer.
Pero ahora que el tiempo aquí va llegando a su fin no me queda otra opción que pensar en lo que este tiempo me aportó, que claramente fue muchísimo, y no en lo que pudo ser y no fue. Debo tener claro que las oportunidades que se pierden y las frustraciones también son enseñanza y nos pueden aportar muchos beneficios en el futuro, yo, personalmente, estoy convencido de eso, aunque ahora dejémoslo en el campo del optimismo.

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Radomsko (Polonia) 15 de noviembre de 2015
Y al final llegó, como todo. Hace ya unos días de ese 6 de noviembre en que dejé Minsk y mi proyecto se acabó. Y como era de esperar, echo a diario la vista atrás para mirar a este año en Bielorrusia y todo lo que allí viví y experimenté. Un año son cuatro estaciones, doce meses, 365 días; todos ellos con una mañana, una tarde y una noche; desayuno, comida y cena; su amanecer y su atardecer; en casa, en la calle, en un parque, en el cine, en un bar, en la oficina, o en cualquier otro sitio… Tiempo de sobra para que pasen muchas cosas, que realmente pasaron. Así que ahora me encuentro en ese “campo del optimismo” del que hablaba en mi último párrafo desde Minsk. Así que pienso y hago balance de todo. ¿Qué sucedió…?
Pues sucedieron cosas como por ejemplo un invierno gélido, por más que se empeñen los “minsqueños” en decir que no era demasiado frío, para ellos claro. Yo venía del sur de España y eso hace que para mí la nieve, los 15 grados bajo cero o los lagos congelados durante 4 meses sean una absoluta novedad que he disfrutado muchísimo, como un niño la mayor parte del tiempo.
El hecho de poder vivir una vez más en un ambiente intercultural y transnacional. Rodeado de personas procedentes de diferentes países del mundo y con los que he tenido la suerte de cruzarme esta año y compartir comida, bebida, charlas, risas, cine, música y aventuras.
El crecimiento personal propio para afrontar mi futuro, en dos sentidos. Uno es el hecho de haber perdido el miedo a encarar muchas cosas que me habían estado persiguiendo siempre, la más importante poder enfrentarme a una audiencia que me mira y espera de mi una explicación sobre mi país y cultura, la presentación de una película o atiende una clase de español. El otro hecho está relacionado con mis expectativas y la forma de hacerlas realidad. He visto de forma clara que las cosas no vienen ni quizás vayan a venir nunca solas y que a veces hay que pelearlas mucho, ya he escuchado unas cuantas veces en estos meses aquello de: “mejor que piensen que eres un pesado”.
Las puertas, o posibilidades inimaginables doce meses atrás, que se me han abierto en este periodo. Me refiero principalmente a que, ahora mismo, no termino esta carta desde España, como podía suponer al comienzo de mi EVS, sino desde una pequeña ciudad de Polonia donde tengo la posibilidad de empezar una nueva aventura, conocer otro país y su lengua. Pero teniendo la certeza de que ahora tengo otra casa en Minsk, donde siempre me estarán esperando algunas de las personas con las que he compartido este año. Otras me esperarán en Colombia, Francia, Alemania, Corea, Nicaragua o Ucrania.
Pienso en la llegada de nuevos voluntarios a Minsk, la misma ciudad donde he vivido, la misma organización donde he hecho mi voluntariado y que incluso conocerán a algunos de mis amigos. Me podría dar un poco de envidia, pero ya en este punto no lo pienso así, yo ya viví aquello y ahora solo quiero disfrutar de los recuerdos y de la experiencia que me aportó. Aun así, pienso en nuevos voluntarios y me viene a la cabeza constantemente una escena de la película “El club de los poetas muertos”. El profesor Keating (Robin Williams) lleva a sus alumnos a ver retratos de antiguos alumnos del colegio. 

Según él, mirando fijamente esas fotografías se puede escuchar como las voces de esos alumnos que pasaron por el colegio antes que ellos les dicen: “Carpe Diem…. Carpe Diem…” Habrá que pensar siempre en esos consejos de antiguos alumnos, aunque en algunas ocasiones las cosas se salgan un poco, o mucho, de algunos esquemas que nos parecen lógicos, o tengáis que escuchar repetidas veces la expresión: “This is Belarus”.
Удачи! Пока всем!




miércoles, 23 de septiembre de 2015

Jornada de Puertas Abiertas - Invitación


QUERIDOS SOCIOS, AMIGOS y COLABORADORES,

El próximo 10 de Octubre celebramos los 10 años viviendo en Sierra Elvira.
El pasado 1 de Octubre de 2005 entregaba las llaves de la casa de la Zubia, lo que significaba dormir en Sierra Elvira estuviera como estuviera.
Aquel dia será inolvidable para mi. Era el comienzo de una preciosa aventura.
No podía imaginar la enorme transformación  que se produciría.
Ha sido un proceso duro, intenso y bonito a la vez.
En el habéis participado todos. Sin vuestra ayuda NO HUBIERA SIDO POSIBLE.
Por ello esta invitación la enviamos a todos los que habéis participado.
Queremos mostrar a todos los que quieran acercarse la realidad de este Proyecto.El espacio que habitamos, las personas que lo ocupan, las actividades ocupacionales que se desarrollan, las futuras actuaciones…. Estamos organizando talleres de todo tipo: danza, pintura, cerámica, vidrio, jabon, velas, masaje, yoga para adultos y niños, actuaciones, comida solidaria, mercadillos, … Queremos abrir las puertas de todo para que podáis comprobar lo avanzado. Os esperamos para compartir con nosotros un día muy importante que abre un nuevo camino… 
Un abrazo, Ignacio Pereda Perez

viernes, 10 de julio de 2015

UN VOLUNTARIO MUY ESPECIAL...

Publicamos el articulo de Jorge, voluntario de Sevilla que ha compartido con nosotros unos días intensos! Jorge te esperamos pronto!!!



jueves, 9 de julio de 2015

SVE en GEORGIA...


Servicio Voluntario Europeo en GEORGIA: se buscan 2 voluntarios españoles


Se buscan 2 voluntarios/as españoles/as para un proyecto de Servicio de Voluntariado Europeo en Gerogia en la ciudad de Rustavi, muy cerca de la capital Tbilisi. Este proyecto tiene como misión un año de voluntariado en la organización Georgia Youth for Europe (http://gye.ge/) que promueve iniciativas y actividades de educación no formal para jóvenes y niños/as de la ciudad de Rustavi. Las actividades principales serán implementadas en base a dos objetivos: desarrollo de la sociedad civil y cooperación internacional para el desarrollo. Para mas informaciones contacta con Dora Fanelli dorafan (at) gmail.com  o descarga el documento adjunto EVS_Georgia

sábado, 23 de mayo de 2015

La Fundación Escuela de Solidaridad comparte con vosotr@s, nuevamente, las experiencias recogidas por nuestro voluntario europeo Jorge Celdrán. Tras 6 meses de proyecto en Bielorrusia, nos cuenta lo siguiente:

Recientemente se han cumplido seis meses desde que aterricé en Minsk y empezó mi proyecto de EVS, lo que quiere decir que estoy en la mitad de lo que será mi estancia en Bielorrusia.



 
Durante estos meses ha pasado casi de todo y ese proceso de adaptación del que hablaba hace algún tiempo nunca ha terminado, de hecho creo que no acabará nunca. Una vez adaptado a los transportes, al clima o la comida, por poner solo unos ejemplos, queda adaptarse a asuntos más personales, como son las relaciones con la gente de alrededor, mi sitio en este pequeño nuevo mundo o mi forma de actuar dentro de esta sociedad.

Pero mientras todo esto sucede el tiempo pasa o, mejor dicho, vuela, y hace dos semanas me veía envuelto en la  participación del “midterm meeting” -uno de los cursos de formación que se organizan durante el EVS- en este caso para los que nos encontramos en la mitad de nuestros proyectos. El encuentro y las actividades se desarrollaron en Slavske, un pueblecillo al oeste de Ucrania. Durante estos días he conocido voluntarios de diferentes países que realizan sus proyectos en Bielorrusia, Ucrania y Moldavia. Hemos pasado cuatro días conociéndonos y poniendo en común nuestros proyectos y experiencias, las dificultades que afrontamos durante nuestra estancia en el extranjero, las cosas que nos hacen sentirnos felices o realizados, compartiendo comidas, cafés y cervezas. En definitiva, descubriendo a otras personas que, en cierto modo, están pasando este año conmigo, aunque sea a cientos de kilómetros. Y algo muy importante es que he podido ver en muchos de ellos, al igual que en mí, que el voluntariado es una actividad que se siente, y que algunas cosas en la vida han de ser así y no de otra manera.














El voluntariado europeo es una experiencia muy bonita, única y totalmente recomendable por todo lo que te aporta, las cosas que se aprenden o la gente que se conoce, pero también puede llevarte en algún momento a sensaciones de frustración o, mejor dicho, de confusión, y es que no siempre las cosas salen como queremos o habíamos imaginado e idealizado.

Por este motivo, para mi tuvo especial relevancia una de las últimas actividades de estos días en Ucrania. Consistió en encontrar un objeto que, de alguna manera, pudiera definir lo que significa para nosotros este tiempo que aun nos queda como voluntarios. Pensé, entonces, en una conversación que había tenido días antes con una amiga, otra voluntaria en Minsk. Yo estaba aquel día un poco decepcionado por como mis actividades en algún caso se estaban llevando a cabo y por aquellas que no estaba realizando. Ella me hizo ver que eso todavía tenía solución, que mirara un poco hacia atrás - prestando atención a lo que había hecho durante seis meses – y qué podía llegar a hacer en los seis meses que me quedaban con mejor adaptación y mayor empuje.














Por lo tanto, en mi caso no tuve que buscar muy lejos mi objeto o ir a ningún sitio a encontrarlo, ya que lo llevaba puesto: mis zapatos. Los mismos zapatos con los que me subí al avión y puse por primera vez el pie en este país, con los que empecé a moverme por la ciudad y conocer gente, con los que empecé a hacer mis actividades y perdí el miedo a enfrentarme a una audiencia (sea en un colegio, en la universidad o en una clase de español), con los que me equivocaba de autobús y llegaba tarde a clase de ruso (para seguir desorientándome). Los mismos zapatos con los que he viajado a Polonia, Lituania y Ucrania, con los que pisé la nieve durante tantos meses y anduve sobre un lago helado, los mismos que me quité tras subir una montaña para tumbarme en la hierba a observar un valle en los Cárpatos. Con los que a diario sigo descubriendo y encontrando las ganas de seguir sorprendiéndome, viajando, conociendo gente y dando pequeños pasos en mi vida.

















Así que paso a paso sigo marcando mi camino en Minsk. Sé que no hace falta que diga el nombre del poema de Machado y la canción de Serrat en la que estoy pensando, pero es el mismo texto que en forma de tatuaje se lee en el pie de uno de mis mejores amigos, el mismo pie que se rompió cuando viajaba por España y que no le impidió recuperarse y seguir adelante inmediatamente. Como hago yo aquí a diario, y con mucho gusto, por cierto.


PS: Por si había surgido alguna duda diré que si, que he limpiado los zapatos después de varios usosJ

sábado, 28 de febrero de 2015

Carta de Jorge Celdrán, uno de nuestros
voluntarios SVE en Bielorrusia:



Ya han pasado tres meses desde que llegué a Minsk. Tres meses en los que con el pasar de los días me doy cuenta de todo lo que ha sucedido, aunque en ocasiones parezca que no sucede nada nuevo.

La sensación que tengo desde hace un tiempo es que la vida en Bielorrusia es como una continua adaptación a diferentes cosas o situaciones. Es una continua sucesión de pequeñas victorias y pequeñas derrotas - solo pequeñas y en ningún caso traumáticas - diferentes estados de ánimo que van marcando cada día el rumbo - o hasta qué punto vas a ser capaz de llegar - ¿Llegaré a hablar ruso? ¿Conoceré más a fondo a los habitantes de Minsk o incluso haré buenos amigos? ¿Estarán siendo mis actividades todo lo productivas que querría o si servirán de algo? Me pregunto, en fin, si esto supondrá algún cambio en la mentalidad –- en la mía o en la de otros - o si es posible que esto que estoy haciendo abra en alguna de esas cabezas otra vía de pensamiento.

Muchas preguntas, dudas, estados de ánimo, victorias y derrotas que van siempre de la mano y construyen un mismo camino que, observado detenidamente, te das cuenta de que sí; que has avanzado y en algunos momentos te puedes sentir bastante bien adaptado. Sin  olvidar que mañana mismo quizás algo nuevo aparecerá y tendrás que dar un nuevo rodeo para readaptarlo todo.

Sabía en cierto modo que esto sería así, que uno de los objetivos del Servicio de Voluntariado Europeo es aprender a vivir y convivir en otros países y entre otras personas. Es además uno de los principales motivos que me impulsó a participar en este programa y elegir Bielorrusia como destino. Un país cercano pero aun así fuera de la Unión Europea.

 Hace pocos días veía la película “Un lugar en el mundo”, de Adolfo Aristarain, y en una de las conversaciones que mantienen los protagonistas venían a decir que el riesgo y la aventura, el reto permanente, es lo que nos mantiene vivos. Así que no puedo estar más de acuerdo.  Todo, o casi todo, se convierte en un reto y eso es lo que hace la experiencia de voluntariado europeo en este país apasionante.

Salir de tu mundo, de tu burbuja, en la que te sientes perfectamente adaptado y cómodo. Llegar a esto que llaman “zona mágica” o de incertidumbre, abrir los ojos, observar y empezar a convivir con nuevos horarios; nuevas calles; autobuses y trolebuses - que no sabes bien si te llevan donde quieres, porque todo está escrito en cirílico y al principio te parecen garabatos - otra comida; otros lugares, diferentes espacios de ocio que poco se parecen a los que tenemos por “normales”; otros amigos que vienen de otros países y, aunque con tu mismo espíritu, tienen experiencias pasadas y formas de ver la cosas diferentes; el frío intenso que nunca había sentido; el comportamiento de los nativos en algunas situaciones…

En definitiva, una buena cantidad de cosas nuevas e interesantes que me gustaría ir explicando más a fondo con el tiempo. Por el momento no puedo más que dejaros con este mejunje de pensamientos que salen de mí tras tres meses por Minsk.    



Saludos desde Belarus.  пока!

Jorge Celdrán Girón